jueves, 8 de mayo de 2008

Madrugada

Justo cuando deberías dedicar tu tiempo a redactar un análisis serio y centrado sobre alguna novela, te entretienes hurgando en rincones electrónicos que tal vez deberían ocultarse de tus ojos... tu morbo, tu curiosidad insana (piensas, citando a alguien... aunque no recuerdas a quién) gana la batalla y cada vez que concluyes un constructivo párrafo sobre diégesis, analepsis y otras tantas obscenidades relacionadas, asomas la nariz buscando nombres, rostros, haciendo comparaciones infames, tan infames como todo lo que haces...

Te detienes a pensar... cinco minutos más de improductividad... Algo te disgusta, te incomoda como una mosca que ronda tu cabeza, ahuyentando la concentración... Es miedo, lo sabes, pero no quisieras replegarte... estás justo en medio del campo de batalla: podrías morir aplastada si decidieras, de repente, auto-ordenarte: ¡Cuerpo a tierra! La infantería, la caballería, la artillería... todo el ejército enemigo pasando sobre ti, clavándote en la tierra húmeda de sangre... sí, es miedo... Solías jugar al ajedrez, ganar, ganar... pero al final, aunque el juego sea una mini-guerra, no es lo mismo secuestrar peones con tu mano, a empuñar una lanza, un mazo o lo que sea... como estratega eres genial, pero no tienes madera de guerrera... (Odias las metáforas de insectos, pero son las que mejor te salen) La mosca se va, al menos por un rato, y retomas el libro, lo despedazas sin mucho ánimo, como si fueran las hojas de una ensalada desabrida cuando lo que en verdad quieres es un buen trozo de carne roja... te arden los ojos, desearías dormir hasta tarde, pero no: el deber es primero...

Regresas a la página de tu trabajo, aún falta tanto y son casi las tres... bostezas... vas por la undécima taza de café bien cargado... ¿en qué estabas? ah, sí... "Hay dos historias: una, la verdadera vida de Selene, vista a través de sus recuerdos... la segunda: una vida maquillada que ella cuenta al reportero, autor de la entrevista que la hundiría definitivamente en el estiércol de su propio patetismo. "


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