sábado, 20 de septiembre de 2008

Otro sábado, otro, siempre otro...

He puesto la música a un volumen que raya en la estridencia para opacar el molesto zumbido de la lavadora...

Los sábados por la mañana son de labores domésticas y una soledad que hoy no molesta.

Sabina canta; Delgadillo, Filio y Silvio cantan... escucho un disco de "trova" que me quemó el Licántropo antes de saber que terminaríamos enredados en un romance de lo más extraño por lo inesperado y lo desnudo... Aunque ahora creo que tal vez ambos ya intuíamos algo - nada es en realidad fortuito-.

Ayer pasé el día parloteando y cuando llegué a casa lamenté el silencio, la falta de alguien a quien torturar con mi soliloquio para agotar toda la saliva que pudiera producir... Hoy el silencio, desde muy temparno, llegó a mis labios como un bicho hermoso (no por ello menos impertinente)... Mas si sella mis labios, no puede deternme, y heme aquí...

Tecleo, un poco bajo el misterioso influjo de una compulsión que ya no me avergüenza.
Tecleo, como si al dejar de hacerlo pudiera morir.
Y no es que le tenga miedo a la muerte, pero ayer descubrí que aprecio más la vida de lo que creía...

No es bastante...
(El solo hecho de saber que las letras podrían ser infinitas me hace sentir que jamás escribiré lo suficiente, aun si dejara de dormir o de comer para hacerlo.)
Pero tengo que ir a cumplir con mis deberes de hija de familia cualquiera y sacar la ropa antes de que Tláloc decida bendecirnos una vez más...





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