sábado, 13 de septiembre de 2008

Linkeando... y divagando

Es absurdo, pero mi vida se está llenando poco a poco de rutinas extrañas... lo que me hace sentir cada vez más adulta y, acto seguido, unas ganas tremendas de salir corriendo o esconderme o simplemente no salir otra vez. No me molesta tanto la idea de estarme convirtiendo en adulto, sino el proceso mismo, ese proceso que implica una especie de descomposición: el endurecimiento de los rasgos (físicos), decepcionarme ante el mundo, empezar a preocuparme por qué demonios va a ser de mi vida, encabronarme portodo lo que pasan en las noticias y un etcétera exageradamente largo.

En realidad iba a empezar esta entrada de otra manera (es tan, temprano, en sábado, y yo ya estoy aquí, frente a la computadora...), pero justo antes de poder escribir me quedé pensando en que encender la computadora los sábados un poco antes de medio día para hacer las tareas de la semana y no poder hacerlo sin antes vagar un rato por algunos otros blogs o escribir una entrada en el propio, se está volviendo una especie de rutina; una rutina casi tan terrible como levantarme todos los días a las seis de la mañana para que el tiempo me alcance y poder llegar a la clase de las 8, o la de beber una taza de café todas las noches aunque haga un calor de los mis demonios... ya no digamos la rutina escolar...

A pesar de todo, hay cosas que no me molestan para nada de dicha metamorfosis (la de volverse adulto, claro, porque conmigo siempre hace falta aclarar cuál de todas las metamorfosis): pensar en la privacidad de un cuarto propio (aunque una casa propia con amueblado minimalista, biblioteca, piano y jardín sería mucho mejor), el idealismo de no cometer los mismos errores que cometen todos los adultos, además de la libertad para hacer otras cosillas un tanto obscenas que no describiré aquí (al menos no ahora)...

Y después de todo, supongo que tampoco está nada mal tener un sitio cálido donde refugiarme de tanta adultez que me bombardea por todos lados: los brazos de mi Licántropo. Sé que ahí soy libre para regresar en el tiempo y emocionarme por un muñeco de peluche, o de hacer un puchero o de llorar por una tontería...

Al final, esa cuestión de volverse adulto resulta tan contradictoria como el resto de los asuntos humanos... con su lado lindo y su lado horroroso...

Ahora voveré a lo que hacía antes de ponerme a escribir esto... linkear a otros blogueros y tratar de hacer la tarea (y vivir para contarlo)...


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