jueves, 30 de abril de 2009

Arraigo domiciliario...

Ya no lo aguanto: con todo y los libros, la música e internet, quiero salir: mi problema con aquello de las cosas obligatorias (o semi-obligatorias) es que de verdad me pongo de mal humor.

Entiendo que tooooooooodo es por nuestra seguridad, pero la visión de la casa tan igual, el calor sofocante sin helados, la monotonía y otras tantas cosas (como que no haya cines o teatros o bares abiertos) hacen que me sienta peor que león enjaulado. Me sofoco, extraño las tardes de vagabundeo por los parques. Las vacaciones de primavera parte II dan una terrible sensación de perpetuidad ( y yo que esperaba con ansias cerrar otro ciclo escolar), como si esto no fuera a terminarse.

Mis únicos consuelos son el café (negro, negro y muy caliente), Kerouac (después del realismo español y mexicano) y el insomnio (volviendo a los viejos hábitos vampirescos).

Hay que esperar (que todo pase, que el aire no esté plagado de bichos malignos ni de pesadillas)...

Hay que esperar y resistir el tedio: nada más.

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