lunes, 2 de febrero de 2009

Pensando

I. Despierto

Tengo una jaqueca increíble, de ésas que dan después de una buena parranda, pero sin haber bebido o fumado nada. La luz en mis ojos es dolorosa y quisiera seguir durmiendo... pero el deber me llama (léase la tarea). Ya me bebí un tazón de café bien cargado y todavía me siento algo aturdida. Sólo queda esperar.


II. El trabajo

No hay misterio sobre mi resaca. Todo empezó depués de mi pequeña crisis nocturna (ayer) por el exceso de tarea: imagínense: domingo por la noche y en vez de estar viendo una película o cualquier otra cosa, yo leo como loca una maldita novela costumbrista, un libro sobre Nietzsche, además de empezar a redactar un par de reseñas sobre unas conferencias a las que asistí el fin de semana pasado. Estoy cursando 7 materias y el trabajo empieza a acumularse. Por más que leo, por más que escribo, por más que quiero apurarme, el trabajo es una pila interminable de papeles que se multiplican cuando creo haber avanzado. El resultado es un tic en el ojo y un mal humor indescriptible.


III. Los libros

A pesar de todo, soy una perezosa... o eso pienso, eso creo: en el 2008 sólo leí la vergonzosa cantidad de 28 libros. Sí, leyeron bien: vergonzosa. En lo personal, no creo que esté tan mal, considerando que puede haber gente que lea más libros sin entender una sola palabra. Usaré una frase hecha: más vale calidad que cantidad. Pero claro, no faltan los pedantes compañeros estudiantes de letras que se rasgan las vestiduras al saber que sólo leí 28 y además, no leo filosofía: ¡¿cómo es posible?! Pues ya ven: lo es. Tal vez sea importante leer filosofía, pero yo admito que me resulta más trascendente buscar buena música, comer un helado de chocolate o beber un buen vino... salvar a una que otra ave herida...


IV. Las decisiones

Con todo eso, me da un miedo terrible convertirme en una rata de biblioteca (y no es que tenga algo contra las pobres). Admito que a veces las clases me marean: los profesores que creen que sólo los intelectuales se salvarán (de qué, no sé, pero de algo terrible, creo)... o los que creen que todo es tan malo y si no eres pesimista, eres un alienado... Cuando eso pasa me dan ganas de salir corriendo y gritar. Siento que eso no es para mí, pero mis ganas de aprender me detienen (entre otras cosas, claro, pero eso viene después).

Luego está otra cosa: soy mujer y estudio una carrera en la que apenas hay tiempo para recordar que lo eres: los libros no tienen sexo: las ideas no tienen sexo: todo se mueve en una dimensión abstracta que no entiendo muy bien. Si uno quiere ser mujer le llaman frívola: despreocupada de la realidad y otras tantas cosas. Creo que no soy clara. Para las grandes investigadoras o creadoras o maestras o lo que sea (en ese ambiente intelectualoide) la vida personal pasa a segundo plano (no es mi intención generalizar, pero así lo he observado en mi entorno más inmediato) y yo no quiero eso: no quiero una "vida" rodeada de reconocimiento y premios y publicaciones. Yo aspiro a otra cosa: algo sencillo, hasta ser madre, no sé...

Pero en estos tiempos eso está tan subestimado... las cosas simples carecen de valor: todo es competencia... eso me pone triste y no puedo ocultarlo.

Tenía que despotricar, aun si mis letras no son confusas e incoherentes.


FIN

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