domingo, 4 de enero de 2009

Dedicatorias

Había quienes insistían en llamarme infame por no haber tenido la delicadeza de dedicarte uno solo de mis libros y haberlo hecho con mis ya incontables médicos, enfermeras, las seudoamigas que poco a poco me habían ido abandonando y hasta a una señorita farmacéutica... Y sí, tal vez lo fuera; pero en dado caso, había que ser estrictos, hacerte justicia y decir que mi infamia iba más allá de las 3 ó 4 líneas que nunca incluí en ningún manuscrito. Estaba también el pequeño detalle (¡ah! pero el diablo está en los detalles) de que nunca quise casarme contigo.

Para mí era sencillo: estábamos juntos y eso bastaba. Pero la gente nunca está contenta. Ellos hubieran querido que nuestra historia se pareciera más a una novela rosa (la gente ama las novelas rosa) que a una de esas "extrañas y enfermas obras posmodernas".

Tú sabes, o tal vez no (aunque creo habértelo dicho una vez), que si nunca te escribí una dedicatoria fue porque mi sinceridad no se habría podido resumir en palabras tan dulces como: "... porque el mundo está amueblado por tus ojos..." o algo por el estilo... porque si un día quisiera hacer algo así, tendría que escribir: "Para ti, que has soportado mis cientocincuentamil intentos de suicidio y aún vives para contarlo".

Porque tal vez, si me atreviera, no escribiría una simple e inocente dedicatoria, sino una maldita novela autobiográfica, arma de doble filo... para lo cual admito no estar lista.

Pero vamos... Sabes que si yo también he sobrevivido a los 150mil y aún no hay señales del 150 mil más uno, es porque tú has estado ahí para arrancarme de una inminente camisa de fuerza... o porque preferías recibir mis insultos y escupitajos, manteniéndome entre tus brazos en lugar de que me saturaran las venas con valium y/o me lobotomizaran...

Al final (me temo), no he podido resistir la tentación y escribí algo así:

"Para ti, que entiendes todo esto... Mi dulce, dulce Orfeo"




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