sábado, 13 de diciembre de 2008

Algo, algo...

Muchas veces me pregunté si leer al Crack era pecado y al no saber la respuesta, mejor mantenía una sana distancia entre sus libros y mis ojos... no fuera a ser...

Claro que nunca me he distinguido por mi beatitud, así que en algún momento no muy lejano del presente (¿qué es eso?) tomé un libro de Pedro Ángel Palou y ¡pum! : el pecado (o no) cayó sobre mí y me deleité en él...

Qliphot...

El título ya sugería algo interesante, algo cercano a mí... No me decepcionó...

Después de ése, vino La Gruta del Toscano de Nacho Padilla y después El Juego del Apocalipsis de Jorge Volpi... todos tan sugerentes...

El pecado (o no) se volvió algo sabroso, adictivo (pero qué redundancia... ).

Me aficioné más aún a Pedro Ángel... supongo por la coincidencia geográfica, por la cercanía implícita, por que fue (quizá) con quien más sentí un diálogo, por un montón de cosas y hasta por morbo...

Ya leí otros tres pecados/libros del mismo autor: Música de adiós, Pequeño museo de la melancolía (que en verdad es muy pequeño) y Los placeres del dolor.

Sé que la extraña relación pecado-Crack me fue transmitida en mi infame Collhi, pero como buena oveja descarriada, debía apartarme del "buen camino" y no ser una adoradora más del Boom ( o de Carlos Fuentes... y que me perdone quien lo lea... sé que esto ya es demasiada blasfemia).

Admito que soy feliz siendo una pecadora, volviéndome adicta al crack... con todo lo que eso implica (menos renegar de mi papi Julio C., ja!)...

No hay comentarios: